lunes, 5 de octubre de 2009

Preludio: Benjamin


Meneó la cabeza y se despertó. Estaba tirado sobre el lecho de un gran río, el agua tocaba su rostro. Se despabiló, no sabía dónde estaba. Era peor, no sabía nada de él. Sus recuerdos habían pedido vacaciones y él, o alguien o algo se las habían concedido.
Su primer sensación fue de dolor, contempló su cuerpo y notó la herida, era un corte, muy grande. Conocía el modelo de arma que podría generar ese corte: un arma de energía, un "vaporizador", realmente no vaporizaban, sino que envíaban una ráfaga de luz-laser tan concentrada que cortaba el aire y todo lo que se ponía adelante. Pero cómo demonios sabía eso. La herida ya había dejado de sangrar pero todavía estaba abierta, dolía muchísimo.
Empezó a caminar por la costa cuando divisó una carretera que bordeaba el río. Caminó por ella, pero el cansancio y el dolor eran agotadores, hasta que se desplomó.

En ese momento la imagen de una mujer apareció en sus retinas: cabello negro, hermoso rostro, ojos azules infinitos. ¿O verdes? Ella estaba vestida de un pulcro blanco, llevaba un extraño objeto en su mano y lo despedía. ¿Quién era? Su rostro claramente reflejaba sensaciones, pero él al menos no podría juzgarlo.

Los ojos se abrieron nuevamente. Estaba en un lugar frío: un cuarto de hospital. Su herida había cicatrizado, lo notó al palparse. ¿Cuánto tiempo habrá estado así? Imposible saber. Varios cables estaban conectados a su cuerpo, reconocía sus funciones. Algunas máquinas emitían resultados, a primera sabía cómo funcionaban. Era difícil de explicar, podía entender el sistema que movía a la máquina pero no podía saber siquiera su nombre. Una enfermera ingresó a la habitación. Era una mujer de unos cuarenta años, con algunas canas en su teñido cabello negro.
"Buenos días, guapo", alcanzó a escuchar, en una lengua que evidentemente entendía y que por alguna extraña razón sabía que no era la suya. Él solo asintió con la mirada. La mujer dijo algunas palabras más, y se retiró. Instantes después un hombre, indudablemente un doctor, ingresó a la habitación, acompañado de otro; trajeado integramente en negro y portando unos impactantes anteojos de idéntico color. Leyó el nombre del doctor en la placa: Julian Spencer.

Veo que estás despierto... ¿cómo te sientes?-
Él asintió, su gesto reflejaba que su salud estaba bien.
Perfecto. Estamos revisándote para ver que nada grave te ha pasado y que ningún órgano haya sido dañado en lo que sea te haya pasado. Por lo demás, debes descansar. Te hará bien-
Él agradeció. El médico y su escolta salieron de la habitación.

¿Dónde demonios estaba? ¿Qué había pasado? ¿Quién era? Demasiadas dudas. Cada vez que indagaba en sus recuerdos aparecían modelos, máquinas, tecnología, fórmulas, recuerdos de cosas, lugares pero ni una persona salvo la mujer, ningún nombre salvo el de volumenes de información. Así, pasó algunos días en la clínica, sin que supieran decirle algo. Por otro lado, él tampoco se veía compelido a preguntar; cada vez que alguien entraba a su habitación, es como que se bloqueaba. Extraño. Cómo él.

Una tarde Spencer volvió, con otro hombre igualmente trajeado a su primer acompañante. Comentó algunas cosas acerca de su estado de salud, y dijo que lo iban a trasladar a otro lugar, dónde tendría un diálogo con algunos conocidos suyos en relación al inconveniente de su memoria. Él aceptó, no había muchas más opciones.

Esa noche antes de partir soñó. Rememoró lugares fantásticos, imágenes siempre cambiantes en un flujo que parecía ir como el tiempo pero sus continuidades variaban. Fue una escena rara, pero placentera. No era la primera vez que tenía estos sueños y lo sabía.
Al día siguiente, lo doparon para llevarlo a este nuevo lugar. Cayó inconsciente bajo el efecto de la droga que le habían suministrado, pero en su dormitar logró recordar un nombre: Thule Gesellschaft.

Cuándo despertó estaba sentado en una silla, sus brazos apoyados sobre una mesa blanca, frente a él, un hombre de cabellos dorados y rostro juvenil, vestido con un traje blanco, lo contemplaba, también sentado. Atrás de este había una mujer, con un largo guardapolvos blanco también.

Buen día Benjamin, ¿cómo te sientes?-

1 comentario:

Gabriel Medina dijo...

¿Cuando puedo jugar ven tu mesa?