viernes, 16 de octubre de 2009

Abriendo los ojos

Juliet Aubrey

Desperté en un cuarto impresionantemente blanco, no se distinguían las paredes ni las fuentes de luz, las esquinas estaban completamente ocultas para el ojo desnudo.
Ahí había dos personas enfrente de mí que actuaban de manera natural, no se inmutaban por la “belleza” de la habitación, si es que era una habitación.

Sin adentrarme en las conversaciones que se sostuvieron dentro de la habitación debo decir que esas personas parecían muy seguras de si mismas, como si tuvieran un as bajo la manga.
Sin embargo algo los preocupaba, mis recuerdos, aquellas imágenes que ni yo mismo podía recordad ni con esfuerzo, parecían ser de gran importancia para ellos, y estaban muy preocupados por saber que tanto recordaba.
Se tranquilizaron un poco cuando supieron que mis imágenes concientes sobre mi pasado no eran de utilidad para ellos, algo diferente era sin embargo mi inconsciente, y me sometieron a un extraño proceso: me inyectaron un somnífero (lo llamo así por los efectos que tuvo sobre mi cuerpo).
Cuando las imágenes empezaron a aparecer me vi en las calles de una ciudad, me parecía familiar sin embargo muchas cosas aun eran espacios vacíos, en esta ciudad habían dos personas que parecían tener la nitidez de una fotografía, dos niños uno de ellos era una joven debo decir muy apuesto y estaba acompañado por una hermosa muchacha de increíbles facciones.

-Vamos, lo encontré, debo mostrártelo- dijo el chico
-Bueno, Benjamín, te sigo- dijo ella mientras se colocaba un sobre todo.

Algo muy extraño es que la doctora que estaba interrogándome estaba presente en esa imagen, estaba al lado mío, estaba observando con gran atención a esos jóvenes. No tarde mucho en darme cuenta lo que sucedía, estaba presente en mi recuerdo, algo sumamente extraño, pero estaba pasando y esta doctora, una tal Aubrey no menguaba su atención ni por un segundo.
Sin ningún movimiento pudimos seguir a los niños hasta una casa antigua y bien cuidada, un monumento histórico evidentemente olvidada en el tiempo por la ciudad cada vez mas creciente en su infraestructura. Los jóvenes ingresaron a la casa por una reja y se escabulleron en el sótano, es allí donde estaba lo que la doctora estaba buscando. Mi “yo” joven enseñó a la niña un cajón de gran tamaño que yacía en el suelo.

-Esta es la fuente- dijo el joven mientras lo abría.

Dentro del cajón se encontraba una lanza, una lanza que parecía tener procedencia romana o del medio oriente por la forma en que la parte metálica agarraba el mango. En uno de los costados del cajón se vislumbraba un extraño símbolo. El joven sacó una especie de tester, algo bastante raro, y lo oriento hacia la lanza.

-Esta es la fuente, las lecturas son impresionantes-
-Esta cantidad de energía alcanzaría para alumbrar media ciudad sin ningún problema- dijo la joven al observar la aguja de aparato.
-Debemos informárselo al profesor lo antes posible, harán desfiles en nuestro nombre, seremos famosos-


La siguiente escena del recuerdo me traslada (y a la doctora Aubrey) a un laboratorio donde se encuentra una señor de edad muy superior a la de los jóvenes, y estos le muestran fotografías de su descubrimiento. El señor parece bastante “alegre” con el descubrimiento pero aun así continua prestándoles atención a los jóvenes hasta que ellos parten.

Lo siguiente que sé es que estoy de vuelta en esa habitación blanca, con la doctora a mi lado y ayudándome a levantarme, al salir de la habitación veo lo que parecen ser grandes instalaciones de investigación y desarrollo. La única cosa que me llamo la atención es el parecido físico que tienen los investigadores “menores” que allí trabajaban.

Ese día me dedique a comer, dormir, y navegar en Internet, trataba de buscar algo que disparara un recuerdo pero no fue fructífero, sin embargo leí gran cantidad de información y esta no parecía serme ajena. En un momento dado, las luces se apagan, y empiezan a sonar las alarmas de emergencia (-ninguna alarma puede ser buena- me dije a mi mismo) al salir pude observar que las instalaciones habían sido atacadas, había algunos cadáveres y un gran agujero en el techo, el cual abarcaba varias habitaciones. Al investigar un poco mas descubro un gran artefacto humanoide, una especie de cruza entre maquina y hombre, esta criatura se acerca a mi y dispara una especie de luz, la cual me daña el abdomen. En ese momento despierto solo para descubrirme en la cama empapado en sudor y completamente agotado.

Después de un poco de descanso vuelve a aparecer la doctora en su fabuloso traje blanco, luego de una leve charla volvió a inyectarme con ese maldito fluido.

Ahora la escena parece ser de una habitación, algo así como un refugio, en esta se encontraban varios monitores que al parecer vigilaban los muros de un castillo, y en ellos se deslizaba una hermosa mujer con un traje blanco de cuero ajustado.

-Ya estoy en posición, ahora te toca a vos Benjamín- susurró la mujer
-Claro, ya tenes el camino libre, Violet- le dijo mi recuerdo
Después de unos momentos:
-Hay problemas Ben, debo retirarme, nos encontramos en el lugar en que quedamos- dijo ella con vos agitada

Al mismo tiempo que ella pronunciaba estas palabras yo vomitaba sangre sobre el teclado de los computadores debido a una bala que se me había incrustado en la espalda. Al despertarme (y por ende al continuar el recuerdo) logro verme encerrado en una celda de cierta antigüedad debido a su aspecto, del otro lado de las barras estaba aquel doctor que había visto en mi otro recuerdo, esta vez tenía un arma en la mano y en su mirada se notaba el que pensaba usarla.

-Que lástima que no te uniste a nosotros, hubieras sido una gran adquisición- dijo el viejo mientras disparaba a mi cabeza (y debo decir que acertaba en el blanco)

Al despertarme apenas logro reincorporarme cuando la doctora habiendo conseguido bastante de mi cabeza (a lo cual ya me estaba molestando que me traten como una rata de laboratorio) me propuso el hacer unas pruebas para unirme a su asociación, sin recuerdos, identidad o lugar a donde ir, accedí de buena gana.
Los exámenes eran sencillos, al menos para mi, entendía todo de una manera intrínseca. Hasta que sucedió un accidente el cual dejo a la vista unos extraños contenedores que almacenaban cuerpos humanoides.

-¿Acaso esto es lo que me espera?- me dije a mi mismo
-Al demonio con estos imbeciles, si quieren hacerme su experimento se llevaran una gran sorpresa, eso sin contar el espectáculo de fuegos artificiales que habrá cuando intenten ponerme un dedo encima- esas palabras salían de mi cabeza como si fueran naturales a mí, de pronto recordaba cosas que ninguna persona común debería saber, cosas que podrían ser mortales de conocer tanto para los que poseen dicho conocimiento como para los que se enfrentan a este.
Con este repentino estallido de adrenalina y aprovechando que el accidente noqueó a la doctora y sus ayudantes, liberé al pobre muchacho que se encontraba en el contenedor más cercano, no iba a dejar que sufriera lo mismo que yo, y me dispuse a encontrar una salida de este infierno color blanco.

-Y si no la encontras: la fabricaras- me dije

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