jueves, 24 de julio de 2008

Preludio: Thomas Canlann



La vida siempre fue un paraíso multicolor para Thomas. Desde que era chico, el podía ver cosas que claramente los demás no podían ver. La gente, para él, siempre se podía distinguir por la claridad de sus expresiones, el brillo de sus ojos, e incluso el resplandor de las auras.

Había nacido "despierto", producto de una larga herencia de familias notables. Se decía que por sus venas corría sangre de hadas, que había habido arcanos hechiceros, algún que otro condenado, y muchos, pero muchos británicos, romanos, vikingos, corsarios, industriales; un cuadro de toda la historia de Gran Bretaña. Incluso alguna abuela afirmaba que en sus sangres también corría sangre fenicia.

La infancia fue tranquila, sin grandes contratiempos. Muchos de sus amigos no lo entendían, pero por cada amigo que no tenía, más se acercaba a Eleanor. Su luz dorada era un motivo de felicidad para él, es más, su vieja abuela decía que las hebras del destino los habían entrelazado juntos hace siglos, y que su historia era una repetición constante. Pero nadie le daba mucha atención.

Sin embargo, la abuela, desde chico, fue entrenando a Thomas, sin el conocimiento de sus padres, en el estudio de la Tierra y la Fertilidad, en el corazón de los árboles y en los caminos de la Wicca, pero la Wicca real, no la Gardneriana reinstalada en los 60. Pronto, el pequeño empezó a percibir los canales de la vida, la importancia de la sangre, cómo cada órgano representaba una función en la vida de las personas, no solamente su función física, sino también una espiritual.

Lo que él nunca le contó a su abuela, era de la mujer que lo ayudaba a entender lo que la anciana le explicaba. Era una mujer de pelo negro, corto, siempre aparecía desnuda ante él, y su rostro iluminado por pequeñas motas de colores, que formaban como raíces. Siempre sonreía y, si bien no hablaba, él no necesitaba entender. Quizás por eso le gustaba tanto Eleanor... la veía muy parecida a esa mujer que lo acompañaba siempre, aunque muchas veces no la viera.

Para mejor, los visitantes de la abuela, la Buena Gente, eran frecuentes casi todos los meses. Thomas creció entonces entre los últimos resabios de las hadas.

La adolescencia en Truro, su ciudad natal, capital del Estado de Cornwall (o Cornualles) al suroeste de Inglaterra, fue muy provechosa. Una ciudad de 20 mil personas, con bastante belleza natural, mostraba la mejor cara de la Isla. Verde, azul, los colores se mezclaban de una forma hermosa. Así, pudo dedicarse a estudiar Historia y Cultura Antigua en la Universidad de Cornualles. Y dedicarse a Eleanor, su compañera del alma.

Desde siempre se había sentido conectado a ella, era una parte de su alma. Ella siempre tenía una sonrisa para él, alguna broma para sacarle una sonrisa. Fue la única que cuando él, cansado del resquemor de sus compañeros por no poder ver la realidad como él, se quedó a su lado como un faro para tranquilizarlo. Ese día fue el primer contacto de Thomas con una faceta de la realidad que su abuela nunca le había dicho: la Paradoja. Ese día había hecho magia vulgar para sorprender a sus compañeros y había caído en un trance. Sólo la voz constante de Eleanor le permitió salir de esa irrealidad dónde había quedado atrapado.

Con el tiempo la amistad evolucionó en amor. Pero ella, por mandato paterno, tuvo que irse a estudiar a Londrés. La despedida fue dura, pero él sabía que ella iba a estar ahí cuando él la necesitara.

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El despegarse de la adolescencia le permitió descubrir a Thomas que su abuela no era más que una simple bruja de pueblo. No poseía poderes mágicos reales, sino que conocía un gran repertorio de sortilegios listos para cualquier ocasión. No obstante, gracias a la compañía de la Buena Gente, de la que ella afirmaba que él llevaba en sus venas sangre de los Sidhe, hacían que el joven encontrará interesantes estas reuniones.

En una de esas disparatadas reuniones, recibieron la visita de la "Princesa Gwendolyn", una jovencita increíblemente atractiva que trabó buenas migas con Thom. Ella le dijo que conocía gente como él, y que iba a presentarle algunos amigos para ayudarlo a progresar más que lo poco que su abuela le había enseñado, y a quien claramente Thomas había superado con creces.

Así, a los pocos días recibió la visita de una enigmática mujer: la Dama Deirdre, hija de la Rosa. O al menos así se presentó. Por esos entonces, Thomas ya había empezado a dar clases en escuelas locales, y se había vuelto el hombre de referencia para toda fiesta local y nacional. Deirdre se quedó un tiempo en Truro, instruyendo a Thomas y explicándole la visión de la realidad de una facción de místicos conocidos como la Verbena.

La información fue procesada y asimilada velozmente, y Thomas creció a nivel mágico de manera increíble. Al tiempo se comprometió con la doctrina de la Tradición, y en un ritual en Beltane, se le dio la bienvenida a la tradición en un viejo castillo en Tintagel. Ese día, hubo muchos rumores entre la gente, por un lado, en su Tradición se hablaba muy bien de su linaje histórico, de la fusión de razas en su ser, pero también se recordaba a sus ancestros: Morgana y Mordred. La primera, se debatía todavía su increíble legado a la Tradición, aunque no pocos decían que se había hecho barabbi, es decir, se había volcado al infernalismo. Del otro no había nada bueno que decir, sólo que muchos sostenían que había seguido el camino de su madre/tía hacia la Oscuridad. Claramente, la recepción fue positiva.

Al tiempo de volver a Truro, y cuando ya empezaba a prepararse para seguir adelante con su vida, ayudando también a la Verbena, recibió la posibilidad de trabajar en Londrés como asistente de Cátedra de un prestigioso doctor en Historia y Cultura de las Islas. Se despidió de su familia y partió.

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La vida en Londrés empezó con el pie izquierdo. La ciudad era gris, su color apagado se mezclaba con las nieblas infinitas de la ciudad. La gente estaba embobada en su mundo: ver fútbol, televisión y escándalo de personalidades y realeza. Consiguió eltrabajo en una universidad privada y pronto dio con el otro motivo por el que estaba acá: Eleanor.

Al principio, la relación fue un poco fría, pero enseguida revivió la vieja pasión. Ella trabajaba en un Fondo de Inversión, por lo cual plata nunca le faltaba. Y él pudo mudarse a su casa. A los meses, ella le regaló un local para instalar su propio club.

La vida era serena, aunque realmente lamentaba no haber tenido contacto con su gente durante mucho tiempo. Pensó que realmente se lo habían olvidado.

Pero una noche, durante una de las reuniones que llevaba en su club, recibió una visita particular. Otra mujer más iba a ingresar a su vida.

Escrito por Draften (sobre idea de Jaime)

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