miércoles, 3 de marzo de 2010

La calma antes de la tormenta

Marianna venía pensando cómo organizar el grupo. Cada uno de ellos tendría que ir a uno de los nueve tiempos, cada uno decidiría a quién enfrentar. Ella podía encontrar a Argonexes en los distintos tiempos, solo era cuestión de que utilizara los portales del Fin del Tiempo para llevarlos. La pregunta era: ¿Estaban ellos listos para enfrentarlos?

Buscó junto con la Matriarca de la casa Shaea los registros históricos de cada época. Cada uno de estos tiempos marcaba un momento clave en relación a cada una de las nueve esferas, pero ahora había diez, o al menos eso aseguraba la fragmentación de las lanzas.

Cronológicamente, sabía que el primer portal llevaba un tiempo fuera del tiempo, un imperio de una raza ya desaparecida, cuyo poderoso y avanzado reino se encontraba sobre el oceáno. El segundo llevaba al Egipto anterior a los faraones, casi el comienzo de la humanidad como sí. Interminables arenas, la presencia de las pirámides y la esfinge apuntando a Orión. Babilonia, el gran foco de civilización de Oriente, era el tercer destino, con su cultura y perdición... y su torre. La soñada época argonauta era la cuarta, vencer al Argonexes que había tomado el lugar de Jasón.
Tras estos portales, aparecían los más "conocidos": La conquista del macedonio, la triunfal batalla de Cannas, la llegada mongol a Europa en Liegnitz, el surgimiento de la revolución industrial en la gigantesca y sucia Londres y la sanguinaria Segunda Gran Guerra.

Cada uno de ellos debía elegir un lugar. Debían evitar encontrarse a sí mismos, ya sea físicamente o conectarse con sus vidas pasadas.
¿Podrían?

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Letitia y Gabriela conversaban como las dos amigas que eran. Poco importaba que habían quedado en bandos opuestos, era algo que se vería después. Leti sabía que relación con Gabriel había muerto definitivamente, y que si bien ella entendía su naturaleza, él no la cambiaría. Gabriela le daba ánimo a su amiga, pero ella sabía que si su relación con un Hombre de Blanco daba frutos, su vida como hechicera de tradiciones llegaría a su fin. Pero a diferencia de sus pasadas y frustradas relaciones sentimentales, tenía mucha fe en esta.
Prometeme que si te cruzas de bando no vas a dispararme.-
No lo voy a hacer, y espero que vos tampoco.-

Ambas se abrazaron, se conocían hace poco, pero se querían desde siempre.

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Solomon acomodó sus armas en su saco. Tenía preparados todos los sistemas, los generadores de nanomáquinas que las depositaban en el aire. Las pequeñas consumían el aire y la materia cercana y servían de foco a sus comandos de voz. También funcionaban mentalmente, al estar configuradas a su espacio electromagnético mental. Era solo cuestión de pensar para crear.
Frente a él, Emereth estaba lista. No se había mostrado porque sabía que su presencia era problemática. No todos confiaban en ellos dos, pero al menos a Solomon lo habían ido a rescatar.
Aslesa.-
Ese no es mi nombre, lo fue en una vida pasada, no obstante el amor de ella por tu persona es fuerte... dime hermana.-
Una vez que termine esto... ¿qué haras?.-
Matarte y matarlos a todos, por supuesto, son subversores de la realidad.-

Ella se quedó en silencio. Sólo él lograba ponerla en una posición sumisa... con su fuerte personalidad abarrotada por su sola presencia.
No vas a hacer eso.-
Claro que no, sería lo más sencillo, pero no es el momento. Aparte, he desarrollado cierto afecto, después de todo... les debo una.-
Yo estaba pensando...
¿Sí?.-
Sí había chances de redimirme. De volver a buscar la Ascensión.-

Solomon sonrió. La verdadera Emereth estaba detrás de ese manto de locura y odio que encarnaba. No obstante, miró a su hermana con desconfianza.
Claro que sí. Pero... ¿qué fue lo qué te hizo cambiar?-
El enlace con Jezebel... absorbí su humanidad, su mediocridad, su vida normal y sin sorpresas. Y me di cuenta lo que soy... necesito recuperar parte de mi alma, Aslesa.-
Lo haremos, claro que sí.-


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Victoria y Eleanor mostraban el mismo rostro de preocupación. Sabían que sus seres queridos iban a ir a la batalla, y podían no volver. Para Victoria era cuestión de ir con Nathan, pero Eleanor no tenía el manejo del arte del que la joven hermética hacía gala. No obstante, era su firme convicción de la de ir con Thom donde sea que fuera. Si tenía que enfrentarse al demonio del Tiempo lo haría, le temía, sí, pero su voluntad no se iba a quebrar si la vida de Thom estaba en peligro.
¿Se lo vas a decir?-
No sé.-


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Natasha meditó un rato preparándose para lo que viniera. Este era un combate que no le correspondía, pero mientras el Wyrm estuviera involucrado, debía pelear. Tal era su deber, el de su raza y el honor de su tribu. Combatiría hasta con la última gota de su sangre si era necesario. Tenía su klaive listo. Sólo esperaba que Gunnar pudiera ser un fiel guerrero a su lado y no un mero compañero más, pero un instinto le decía que sí, y eso la alegraba sobremanera.

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Jezebel descansaba en su cuarto. Las voces se habían calmado. Eran sus vidas pasadas clamando por volver, las animas que habían sido deshechas por la furia de Morrigan y clamaban venganza. Ella sabía lo que eran. Seguramente, cuando todo terminara, se haría monja o algo así. Necesitaba paz.

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Benji abrió los ojos y contempló el ala tecnócrata donde se encontraba. Era un gran laboratorio, lleno de copias de su persona. Cuerpos, al menos unos veinte, con varios paneles en el aire dando cuenta de cada detalle de la salud. Violet flotaba en uno de ellos. Su hermosa figura era contemplada en detalle por un ser plateado, con órganos expuestos. El último representante de su vieja vida. Su mentor, su padre, quizás, él mismo. Nord lo miró. Ambos tenían cosas que charlar. Y una deuda que saldar.

(escribió Draften)

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